EL POZO DEL LEON. Shaykh Yalal Ad Din Rumi
Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las
vastas praderas les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron
a visitar al león. Le dijeron:
"Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte
de alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este
amargor que les encontramos."
El león respondió:
"Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy
perfectamente de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el
profeta dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error"."
"¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el
destino. No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las
decisiones de Dios para que El te proteja!"
"Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener
paciencia, pues el profeta dijo: "Es preferible que uno ate su camello!""
Los animales:
"Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión.
Mira el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los
hombros de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus
pies el que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."
-Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies? Si el
dueño de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe
hacer. Del mismo modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes
de llegar a su lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la
sombra de un árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria. Dormir en
medio de un camino por el que pasan bandidos es peligroso. La paciencia no tiene
valor sino una vez que se ha sembrado la semilla."
Los animales respondieron:
"Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si
una cosa no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución
resulta útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no
debe ser una preocupación para las criaturas."
Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos
argumentos pero, finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron
convencer al león.
Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que
preocuparse ya por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que fuese
necesario obligarlos.
Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales
le dijeron:
"Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa
posible junto al león y no intentes trucos con él."
El conejo les dijo:
"¡Oh, ámigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen
de ese yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
-Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.
-Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho
empaña la imagen."
Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese
tiempo, el león rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:
"¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino
de la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy,
ya no los escucharé."
Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el
león, dominado por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el
conejo se acercó a él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras
tímidas hacen sospechar culpabilidad. El león le dijo: